Insumos para una Constitución Ecológica

Documentos elaborados por ONG FIMA

Hacia una Constitución Ecológica: Acceso a la justicia ambiental (2022)

Informe de ONG FIMA que busca avanzar en el acceso a la justicia en materia ambiental. El documento inicia con un diagnóstico de las barreras existentes para luego expresar la importancia de reconocer los derechos de acceso en esta materia y la necesidad de avanzar en temas como la creación de una Defensoría de la Naturaleza, la asistencia legal como un deber, la ampliación de la legitimidad ambiental y el establecimiento de mecanismos para mejorar el cumplimiento de resoluciones administrativas y judiciales.


Hacia una Constitución Ecológica: Agencias reguladoras independientes en materia ambiental y la nueva Constitución de Chile (2022)

 Informe de ONG FIMA que busca plantear la posibilidad de lograr una solución institucional a largo plazo de los problemas que tienen los actuales entes regulatorios en materia ambiental. Para ello, se realiza un estudio teórico de las agencias reguladoras independientes para luego analizar el caso en el país y revisar cómo se podrían materializar en la regulación ambiental. 


Hacia una Constitución Ecológica: Ordenamiento territorial en la nueva Constitución (2022)

El informe, realizado por ONG FIMA con el apoyo de FILE Foundation, analiza las normas que son parte de la propuesta de nueva Constitución y que permitirían avanzar en un Ordenamiento Territorial y en una mejor protección al medio ambiente.


Protección Constitucional del Medio Ambiente: Bases para una Constitución Ecológica (2022)

Primera parte de una serie de informes que aborda las razones por las cuales es necesario incluir la protección del medio ambiente en la constitución, revisando en esta segunda y tercera entrega, algunos principios, derechos ambientales e instituciones.


Hacia una Constitución Ecológica: Derechos de la Naturaleza en la nueva Constitución (2022)

En este informe se realiza un análisis del desarrollo de los derechos de la naturaleza en el derecho, haciendo una breve revisión sobre su recepción e implementación, y comparando la situación de países como Ecuador, Colombia, Australia, India, Nueva Zelanda, Bolivia, Bangladesh, México, Uganda y Estados Unidos. Esto con la finalidad de plantear algunas propuestas que puedan resultar útiles para que, en Chile, estos derechos sean una herramienta eficaz para la protección del medio ambiente y de los derechos humanos ambientales.


El camino de la transición socioecológica en Chile (2021)

Las discusiones sobre política económica han dejado de lado los factores sociales y ambientales, enfocándose únicamente en el crecimiento económico. Ante esto, y en búsqueda de revertir esta tendencia, ONG FIMA lanza un segundo informe -posterior a Reflexiones para la transición ecológica”-, con propuestas para transitar hacia una nueva política económica que considere el bienestar de la comunidad y el medio ambiente.


Hacia una Constitución Ecológica: Cambio climático y nueva Constitución (2021)

El texto toma como referencia las propuestas para una Constitución Ecológica formuladas por ONG FIMA, para mostrar la relevancia de considerar la crisis climática y ecológica en una nueva constitución.


La consagración jurídica de un modelo de desarrollo en la constitución de 1980 y sus consecuencias ambientales: Reflexiones para la transición ecológica (2021)

Informe de ONG FIMA que busca reflexionar sobre las propuestas que nos permitan acercarnos a una transición ecológica y a establecer un nuevo modelo adaptado a la situación climática y ecológica actual.


Hacia una Constitución Ecológica: Herramientas comparadas para la consagración constitucional de la protección del medio ambiente (2021)

Reporte en conjunto de Oceana y ONG FIMA que analiza ejemplos sobre cómo otros estados protegen el medio ambiente a través de sus constituciones. El informe, encargado a la Directora del programa de derecho ambiental de la Universidad Diego Portales y doctora en derecho, Dominique Hervé, revisa la forma en que 30 países han incorporado el reconocimiento y protección del medio ambiente en sus Constituciones.


Protección Constitucional del Medio Ambiente: Bases para una Constitución Ecológica (2021)

Primera parte: ¿Por qué necesitamos una Constitución Ecológica?

El documento revisa cinco de las razones por las que se debe mejorar la protección constitucional del medio ambiente, enfocándose en el contexto político, social y ambiental del país.


Bases para una Constitución Ecológica en Chile V. 25/11/20 (2020)

Documento que sintetiza las propuestas para una Constitución Ecológica en el proceso constituyente 2020-2021, trabajadas por organizaciones sociales, ambientales, académicas y territoriales.


Discusión sobre medio ambiente en el marco de una nueva Constitución (2018)

Documento elaborado en colaboración de la Fundación Heinrich Böll, que busca involucrar a representantes de organizaciones de la sociedad civil y la academia en la discusión sobre cómo debe resguardarse este derecho en un eventual proceso de reforma constitucional, con miras a difundir los resultados de esta discusión, generar propuestas e incidir en un cambio en este sentido.

El valor de un solo árbol

Por Sergio Devia Matta

En tiempos remotos Ántu protegía el valle. Él estaba por sobre todo lo existente, sin forma física. Su poder radicaba en abastecer, a todo ser viviente, de esencial agua. Nacía en las cumbres y se purificaba río abajo. El movimiento del agua parecía una melodía que aportaba belleza genuina a aquel lugar. Todos los seres vivientes dependían de Ántu, por ello gozaba de gran respeto. 

Quien mejor comprendía, la importancia el amparo que ofrecía Ántu, era un añoso árbol llamado Aliwén. Todos los días al amanecer hacía una magnifica presentación de sí mismo diciendo; “¡Hola!, soy un árbol. Llevo aquí muchos años viendo a la noche convirtiéndose en amanecer. Parece repetitivo, pero nunca es igual”. (Continuaba, ahora vociferando) Bueno, ¡qué vas a saber tú! No tienes disciplina para ver las cosas como son. ¿Buscas en tu vida objetivos para ser feliz? Pues a mí, aparentemente, nadie me ve. Sin embargo, mi día comienza temprano con un baño, dejando que el viento se lleve lo que para ti es basura. Una vez limpio, continúo alimentando a quien desee visitarme. Frutas e insectos tengo en el menú. Por último, y como cada tarde, espero la visita de un arriero que, cansado por su trabajo, se sienta junto a mí, en busca de mi sombra.” 

En ese instante, bruscamente, cuando estaba diciendo la última palabra, sintió debilidad en todo su ser. Algo inusual le estaba sucediendo. Sentía sus raíces débiles y sedientas. Comenzó a decaer y sentir que perdía el equilibrio. El viento ya casi no le permitía seguir en pie. Aliwén clamó ayuda a Ántu. Se sentía extraño y sólo él podría ayudarlo. El añoso árbol esperó por algún tiempo las respuestas que necesitaba. A diario se preguntaba; ¿Por qué ya no recibo el agua que necesito? Se seguía sintiendo débil. 

En ese momento, comenzó a observar a su alrededor y, se dio cuenta que, el agua no seguía su cauce natural, escaseaba. Aliwén se preguntó qué podía estar dañando tanto al equilibrio natural de aquel lugar. Para él, se había roto la armonía. Era su lugar, lo único que conocía como hogar. Habían días en que se estremecía el silencio y el sol se perdía entre el polvo. Anhelaba que cayera del cielo el agua y se quedara. Que recorriera ríos y regresara. 

Aliwén, cada vez más frágil, persistió en su intento por entender la naturaleza. Se sentía en un peligro inminente. En ese instante, en una especie de revelación, Ántu le dijo; “Yo, que estoy incluso por sobre el firmamento, jamás permitiría que alguien manchase el cielo azul.” Esa frase le hizo sentido. La responsabilidad no era suya. Ántu estaba por sobre todo. No tenía la capacidad de dañar, él simbolizaba el perfecto equilibrio de la naturaleza. Aliwén comprendió que sólo los humanos, quienes habitan en el suelo, tenían la capacidad de salvarlo. Sintió desaliento. 

En ese momento, el añoso árbol lanzó un último lamento desesperado; “Dar sombra y flores es mi propósito en la vida y, aunque parezca pequeño, mi consuelo es que tú tienes la oportunidad de ser tanto mejor que yo. Si esperas la mejor oportunidad para actuar, ahí tendrás raíces. Luego, puede ser tarde.”

 Así fue como, sin darse cuenta, su vida llegó a su fin. 

La sombra del mañana

Por Matías Contreras Uribe

Daniel y Ángela deseaban salir de paseo, respirar de la locura metropolitana que los agobiaba y dejar las preocupaciones a un lado.

—Dani quizás debas llamar a tu mamá y decirle que cancele el viaje familiar— dijo Ángela con expresión de arrepentimiento—. He pensado que ir a un lugar tranquilo a solas sería mejor, respirar aire puro ¿me entiendes?

—Tienes razón, creo que lo merecemos al menos una vez ¿te tinca…? —decía mirando a un lado —¿Y si vamos a acampar arriba, en ese santuario del que nos habló tu papá? dijo que tenía camping, trekking y todo eso.

—¡Sí, Yerba Loca! escuché que es hermoso, además se pueden hacer asados. Creo que sería genial, dicen que es posible ver el glaciar La Paloma— dijo Ángela emocionada mientras se disponía a buscar su celular.

Al día siguiente, iban por la autopista bajo un sol acogedor que adormecía lentamente a los viajeros. Daniel tuvo que despertar a su copilota sobándole el hombro.

—Bebé despierta, mira— le susurró mientras bajaba del auto.

—Wow, eso fue demasiado rápido recuerdo que pestañeé… ¡Solo fue un segundo! — reclamó Ángela ante la mirada burlesca de Daniel.

Una vez en la recepción del parque esperaban su turno, cuando de repente Ángela escuchó balbuceos provenientes de la entrada del parque; un hombre de edad avanzada y de aspecto harapiento iba escoltado por un guardia. —¡Ya basta! Déjeme entrar, ya le dije que mi familia está cerca del glaciar, ellos me llamaron ¿no los oyó? — decía desesperado el hombre mientras intentaba zafarse.

—Qué pena ¿no? — dijo Ángela enseñando su celular con las entradas.

—De seguro bebió, pobre viejo— comentó en voz baja Daniel mientras recibía los comprobantes.

—¿Pero que hace alguien borracho aquí? — preguntaba Ángela cuando accedían al parque.

—Está muy perdido de seguro anda sólo.

—Es triste pensar en los desamparados y pensar que en sus vidas no hay momentos como los nuestros Dani, ni siquiera pueden comer con dignidad — dijo Ángela mientras miraba el cielo de reojo.

—Bebé, este paseo es para despejar la mente no para llenarla de cosas, es común allá abajo. Olvidémoslo y gocemos este lugar.

El verde camino abrazado por el Sol cubría todo el terreno con un calor que animaba a los niños a correr por sombra. Los jóvenes tomaban fotos a las bellas cumbres que se avecinaban. Las montañas se vislumbraban más grandes mediante avanzaban hacia el campamento. En la zona de camping, ambos se apresuraron a instalar su carpa y acomodar las provisiones. La tranquilidad del santuario sorprendió un poco a Ángela recordándole los paseos junto a su familia cuando era pequeña, una paz que siempre atesora, en cambio Daniel se sentía atraído por la vista, pero agobiado por el calor.

—No quiero ni pensar en todo lo que falta

—¡Ya lo pensaste tonto! vamos sé optimista veremos un glaciar, gocemos este lugar—dijo Ángela entre risas evitando la mirada de Daniel mientras cruzaban un riachuelo.

Pasada la tarde y de vuelta al camping se encontraban calentado carne y bebiendo cerveza comentando los mejores momentos de la caminata.

—Bebé ni siquiera se veía resbaloso, parecías una jalea cuando intentabas no caer.

—Perdí el equilibrio porque escuché un ruido extraño— dijo secamente Ángela.

—¿En serio? ¿algún zorro o un tucúquere? Espera, te apuesto a que fue la niña que gritó ¡Murciélago! 

—Que idiota, mejor ve esa carne que se está carbonizando— reclamó Ángela mirando la parrilla que ardía, pero luego fijando su vista en una extraña escena. 

—Dani ¿recuerdas al hombre en la entrada del parque?

—No, pero ahora sí gracias 

—Mira allá—le susurró Ángela apuntando a una carpa cercana. A espaldas el hombre en harapos revolvía cosas inquietamente. —Dani creo que está robando—susurró incorporándose. —¿Mmm… caballero?

—Adivinaré, piensas que estoy hurgando esta tienda ¿cierto? — dijo calmadamente el hombre.

—Eeeh… mire, me sorprendió… necesitaba saber si…

—Descuida jovencita, igual en parte es culpa mía— mencionó el hombre apreciando su vestimenta.

—Discúlpeme señor, es que lo vimos allá en la recepción y…

—¡Ah! creen que pueden alejarme. Se creen dueños de un santuario creado para el mundo…

—¿Cómo logró entrar sin que nadie lo detuviera? — preguntó Daniel.

—He vivido aquí en Yerba Loca por años—dijo el hombre con cierta emoción—Se cómo llegar, si no me creen pueden preguntarle a la Paloma, ¿desean verla no? Ella guarda recuerdos del ayer— decía apartándose de la carpa y contemplando las montañas—. Mi nombre es Gabriel, un gusto.

—Soy Ángela y él es Daniel y sí queremos conocerla, pero…

—¡Ah! No me creen obviamente, pero jóvenes, estos días son de locos ¿a quién creerle? —preguntó al aire Gabriel— Nuestro santuario está peligrando y ellos lo están permitiendo. La pareja quedó en silencio unos segundos.

—¿Qué quiere decir con que peligra? — preguntó Ángela.

—En estos tiempos nuestra flora y fauna se envenena por la ambición de los humanos— decía Gabriel mientras caminaba hacia los árboles —Como garrapatas chupando todo lo posible ¡Ah! Esas máquinas incrustadas como plagas a sus pies, como un veneno sigiloso. He estado cerca, lo necesario para reconocer la negligencia de quienes controlan todo.

—¿Habla de las minas?

—¡Sí! — decía Gabriel presionando con fuerza el tronco de un árbol —. Si siguen así no dejarán nada que perdure y el futuro no gozará como hoy lo hacemos nosotros.

—Oiga relájese ¿sí? — dijo Daniel tratando de calmar al hombre.

—¡Ah! Ustedes no tienen interés porque no les afecta, nadie les está quitando cosas directamente del bolsillo, de lo contrario responderían por ello. Mi amigo lo perdió todo— dijo Gabriel con pesar ante esto último.

—Habla de la naturaleza como si fueran seres vivientes— musitó Ángela.

—Lo son—sentenció Gabriel — y es por esa razón que debemos protegerla. Es un ciclo de necesidad, los humanos necesitan del agua y el frío que nos proporciona la Paloma y ella necesita que la protejamos de la contaminación y de las indiscriminadas excavaciones que hoy están en curso.

 Cuando el sol se ocultaba tras las enormes montañas del santuario, una agradable charla tenía lugar frente a la parrilla.

 —¿Puedo preguntar qué le pasó a su amigo? Dijo que la plaga acabó con él— preguntó Ángela viendo como Gabriel roía su presa de carne.

—¡Ah! Disculpen, ¿quieren conocer la historia? —preguntó Gabriel una vez terminado de comer — ambos jóvenes asintieron sin vacilar, ya no sabían que decir ante tanto misterio. —Les advierto, tendrán que aprender a escuchar. Primero cierren sus ojos, abandonen cualquier deseo de posesión— decía Gabriel cerrando sus ojos y levantándose de su asiento, esperando a que sus anfitriones lo imitaran. Ángela viendo que Daniel cedió, no dudó más y dejo caer los párpados.

En la oscuridad, Angela sintió el sonido del viento que iba afinándose hasta imitar una melodía que hacía que los recuerdos de su niñez se volvieran tristes. Abrió los ojos y a su alrededor las carpas ya no estaban, en su lugar variadas chozas de madera y pieles instaladas frente a fogatas rústicas calentando grandes presas de carne. Ángela atónita al darse cuenta de que estaba sola no sabía que hacer, inquieta dio un paso y un fuerte crujido resonó. Todo ocurrió muy rápido, un ruido de pasos acalorados y gritos inentendibles y pronto un grupo de personas provenientes de las chozas corría en dirección a la inmóvil joven. Pieles, carne, plumas, madera, caras pintadas, gente desnuda y de golpe una silueta negra abría los brazos disparada hacia Angela.

El helado viento penetraba en la piel de la temblorosa joven que cayó al suelo. No se atrevía a levantar la cabeza, pero al sentir un fuerte aleteo se incorporó rápidamente para contemplar una enorme ave negra de cabeza rojiza que la observaba. A su mayor asombro, vio que ya no estaba en suelo firme y que podía ver las nubes y las cumbres por lo alto; estaba en la cima de la montaña. La gigante criatura ofendida por el grotesco grito de Ángela agitó sus alas y comenzó a volar en círculos alrededor de ella, provocando ráfagas de viento. Cuando el vendaval acabó, una voz llegó a oídos de Ángela.

—Levántate ya— decía la voz agitada. Un hombre de rostro pintado y semidesnudo cubierto de piel animal por todo el cuerpo se encontraba agachado mientras mantenía una mano que brillaba de rojo sobre su abdomen.

—Déjalo, ya no importa. Ahora quiero que me escuches, ellos están aquí y querrán más, no dejarán nada. Todo está en peligro, eres lo único que le queda a este santuario. Mañana no estaré aquí, pero tú sí y ellos también, pero con voracidad y codicia sus manos tomarán todo sin dejar nada que perdure. El glaciar nos está escuchando, él es la conexión del antes con el después y mientras tú lo escuches, esta historia nunca será olvidada. Sé la voz del mañana, guíalos con tu conocimiento y verás que cada vez que lo intentes nos reuniremos nuevamente…— Tras estas últimas palabras Ángela y Daniel abrieron los ojos al mismo tiempo, para por fin contemplar el hermoso glaciar que brillaba bajo las estrellas y a una enorme sombra volar que lloraba hacia la luz de la Luna.

Vida

Por Jocelyn Cunliffe Korp

Eran tiempos antiguos, remotos, cuando aún ni el tiempo existía.  Solo existía el eco de una gran sinfonía, majestuosa y sublime, donde cada melodía encendía colores infinitos.  Y el sonido calaba en cada molécula de esta existencia  retumbando todas ellas al unísono,  levantando al dios Sol. 

 

Y él posó su luz…

 

 Y así todo comenzó.

 

 Los colores se refractaron multiplicando la resonancia  y es cuando surgió la vida de la Madre Tierra.  Ese pulso profundo remeció el polvo  que dio origen a las bacterias en la calidez de esa oscura humedad tan compleja y palpitante como el universo mismo. 

 

Luego el oxígeno hizo su arte…

 

Y si los colores del sonido pueden compararse con la perfección que se devino,  entonces es aquí donde acaban las palabras y se desata lo indescriptible.

Alboroto en Yerba Loca

Por Hans Labra Bassa

Era un hermoso día de primavera, la tierra olía a humedad, las lluvias intensas habían cesado y los arroyos, ansiosos de mar, volvían a correr cristalinos como siempre. Las gotas del deshielo sonaban como dulces armonías y una calma formidable reinaba en el lugar. Un tucúquere que había acudido a refrescarse y tomar agua fue el primero que sintió la presencia de los extraños, voló siguiendo el sonido estruendoso que le llegaba desde la parte baja de la montaña, algo que los hombres llaman música y que escuchan con altoparlantes. Vio la camioneta con barras antivuelco llegar al valle y estacionar junto al glaciar, los siguió desde lejos con su aguda mirada mientras bajaban equipos y comenzaban su faena. Sin que se percataran de su presencia se acercó lo más que pudo para tratar de oír lo que decían, pero la bulla de los altoparlantes lo tenía aturdido. Por suerte estacionaron el vehículo lejos de donde comenzaron a perforar, pudiendo acercarse desde el otro lado sin ser visto. No obstante, lo que hablaban los intrusos no tenía sentido para él. 

– Punto 1/20. Chequeen bien el booster y pónganle doble sanfo, así nos aseguramos y terminamos antes… -pudo oírle decir al que tenía algo plateado sobre la cabeza.

– …está seguro jefe? podemos producir un derrumbe! -cuestionó uno de los que tenían sobre la cabeza algo naranja. Bastó una dura mirada del «jefe» para que los otros hicieran en silencio lo que les ordenaba, sin cuestionarlo.

Cuando se alejaron se acercó aún más tratando de ver qué habían hecho esos intrusos, ya que, desde donde estaba, parecía que hubieran desenterrado una especie de lombriz que tironeaban para sacarla de la tierra. 

– Estamos todos acá?! -preguntó el cabeza plateada- …voy a unir el cordón!!

El volumen de los altoparlantes estaba tan fuerte, que ni ellos lo oyeron preguntar, ni él los hubiera oído responder. Funcionaban como equipo, es cierto, aunque no sabían ni sus nombres, desde el primer día se pusieron apodos. Estaban agazapados detrás del vehículo cuando, de pronto, el cabeza naranja que hace un rato increpó al jefe sintió algo en su corazón, por lo que se incorporó y, mirando por encima del techo de la camioneta, vio al tucúquere hurgueteando entre los explosivos.

– Alto!!… Alto jefe!!… No lo active!! -gritó, mientras corría hacia el lugar sacudiendo enérgicamente los brazos, como intentando espantar al pájaro.

Efectivamente el tucúquere alzó el vuelo y se alejó del área lo más rápido que pudo, cuando se sintió la explosión. El cabeza naranja salió volando y quedó tirado espalda a tierra en medio de la polvareda, mientras el sonido retumbaba como trueno entre los cajones y cumbres más altas. Su equipo llegó corriendo a verlo, sin hacerse preguntas lo subieron al vehículo, partiendo rumbo al campamento en los faldeos, con los rostros tan pálidos como la nieve que cubría las laderas de las montañas. Mientras se alejaban se iba perdiendo la bulla de los altoparlantes y recuperando el silencio cordillerano.     

Todos los animales sintieron el enorme estruendo y la ola expansiva sacudió fuertemente cada tímpano a kilómetros a la redonda. Sin importar que estuvieran volando, entre las rocas o en sus madrigueras, el impacto fue el mismo. Para las aves fue doblemente abrumador, ya que perdieron la orientación por algunos segundos y varias cayeron a tierra. Del mismo modo, el leve temblor que se produjo causó serios problemas estructurales en las madrigueras de todos los animales, quedando algunos atrapados por deslizamientos de rocas. Momentos después de pasada la conmoción, corrió por los valles la voz de una junta de emergencia en el Cerro La Paloma. Acudieron todos lo animales en condiciones de movilizarse por sí mismos. Una junta de emergencia significaba que podían ir sin temor de ser atacados, ya que los roles de cazador y presa los dejaban fuera y todos se reunían a parlamentar con igual derecho a voz y voto. Se reunieron entonces pumas, zorros culpeo, cururos, vizcachas, sapos espinosos, sapos arrieros, lagartijas de los montes, caranchos cordilleranos, lagartijas leopardo, lagartijas negroverdosas, águilas, chirihues, churretes chicos, chirihues dorados, cometocinos, cóndores andinos, picaflores chicos, raras (medio pariente de las loicas), tencas, yales, perdicitas cordilleranas, plateros y un sinnúmero de insectos y bichos de todo tipo, forma y color.

– Silencio queridas amigas y queridos amigos… según reportes que nos han llegado desde El Manchón, El Altar y La Polvareda, sabemos que hoy hemos vivido la violenta irrupción de unos extraños que han venido a producir gran desarmonía y destrucción en nuestras sagradas montañas, así que para un mejor uso del tiempo, vamos a dar la palabra a nuestro querido y sabio guía para que nos ayude a organizarnos… -pero nadie habló y un gran silencio conmocionó a la multitud, todos se miraban atónitos sin encontrar respuestas- …hermano tucúquere, por favor, lo estamos esperando, diríjase al pleno.

– Un momento… -dijo un cóndor, con voz segura-, yo lo vi espiando a los extraños cerca el área de la explosión. La multitud comenzó a impacientarse, algunos se llenaron de miedo y hablaron de marcharse más al sur aprovechando el buen clima, pero un puma tomó la palabra y su rugido resonó en los valles.

– No perdamos el sentido de esta reunión… querido cóndor, ¿puede usted y los suyos ir a revisar el área que señala a ver si encuentran a nuestro querido hermano tucúquere? Queridos zorros, ¿pueden ustedes conformar un equipo de rescate y ayudar a nuestros hermanos que han quedado atrapados en sus madrigueras? El resto de nosotros debemos determinar qué acciones emprenderemos, ya que sabemos que, cuando los hombres llegan con sus camionetas y equipos, nada bueno nos espera. Propongo que nos dividamos en comisiones y, a media tarde, planteemos nuestras conclusiones al pleno.

Mientras todas y todos asentían y se organizaban, el grupo de zorros corría por las montañas buscando y rescatando sobrevivientes y el grupo de cóndores sobrevolaba la zona de la explosión intentando localizar al tucúquere. Lo encontraron inconsciente tendido sobre un aromático colchón de llareta, entonces, uno de los cóndores descendió y lo agarró firmemente con sus patas, trasladándolo cuidadosamente al lugar de la reunión. Una atenta vizcacha fue en busca de un poco de agua en una copa de charrúa, pequeña flor blanca medicinal que extrajo con mucho cuidado, debido a que sus hojas son muy urticantes y provocan picazón y dolor al tacto; al volver, le dio el lahuen al tucúquere, que ya se incorporaba. El pleno de los animales había vuelto a reunirse, y esperaban sus palabras en silencio. 

– Enfrentamos un grave peligro, esta mañana llegaron a nuestras montañas unos hombres distintos a los que hemos visto en el último tiempo. Venían en un vehículo que metía mucha bulla y en lugar de caminar y escalar rocas, se dedicaron a perforar la tierra y tirar lo que primero pensé que era una gran lombriz, pero parece que se trataba de una trampa. Pude notar que uno de ellos se arrepintió y corrió a avisarme, por lo que alcancé a volar, pero entonces la trampa explotó y me golpeó muy fuerte y perdí el conocimiento. ¿Alguien sabe dónde están esos hombres ahora?… quisiera agradecerle al que me avisó el haberme salvado de aquella trampa.

– Los vi arrancar luego de golpearte o, al menos, eso me pareció, ya que cuando se disipó la polvareda los vi partir a toda velocidad. Son unos cobardes -dijo el cóndor.

– Es cierto, nosotros veníamos en la corriente fría de altura cuando se vio un destelló y se levantó la polvareda, por eso la explosión no nos alcanzó -comentó otro cóndorsólo los vimos arrancar y perderse cerro abajo.

– Queridos irmãos -dijo uno de los yales, en su lengua materna- venho voando de longe e posso dizer que estamos diante da mega-mineração. El yal contó lo que había visto en su migración por Brasil, Argentina y las islas Malvinas, habló de un plan llamado IIRSA que estaban implementando algunos hombres por todo el continente.

– Esto es terrible -dijo el cururo-, tenemos que detener a los hombres.

Todos los animales asintieron. Entonces cada comisión presentó sus conclusiones y deliberaron. Establecieron la necesidad urgente de desarrollar micropolíticas tanto de visibilización y establecimiento de redes de apoyo, como de sabotaje a la infraestructura de la minera. El tucúquere comentó que algunas personas no eran malas y que quizás se podían establecer vínculos de lucha con ellas.

– Em vários territórios vimos pessoas se manifestando com cartazes contra a megamineração -comento otro yal, lo que motivó a una lagartija leopardo a hablar.

– Es cierto, existe un tipo de gente distinta, que no viene a destruirnos ni a cazarnos, el otro día estaba tomando Sol sobre unas rocas y pasó lo que parecía ser una familia buena y, por primera vez, no tuve que esconderme. Me miraron, me sacaron fotos y siguieron su camino, en otras ocasiones la gente intentaba atraparme o me tiraban piedras, por suerte he logrado arrancar, sino… no lo estaría contando… bueno, tuve que sacrificar mi cola un par de veces.

– No se hable más -dijo el tucúquere-, buscaremos apoyo entonces entre la gente que sea cercana a los animales, mañana por la mañana bajará un escuadrón de aves y se internarán en el pueblo aledaño a recabar información respecto a con cuánta gente efectivamente podemos contar. Agradecemos a los zorros por su gran trabajo de rescate de los nuestros que habían quedado atrapados. Ahora, a descansar.

El escuadrón de aves llegó a la plaza del pueblo justo cuando iniciaba la reunión que había convocado la comunidad en contra de la ampliación de la Mina Los Bronces y de la destrucción del Santuario de la Naturaleza Yerba Loca. Llegaron justo cuando, uno de los que convocaba, le hablaba a la gente reunida:  

– …actividades como la extracción, la excavación y el uso de explosivos, el aceleramiento de la fusión de los glaciares debido al material emitido por las minas, la construcción de carreteras e infraestructuras en las cimas cordilleranas, y los vertederos de relaves que contaminan las aguas superficiales y subterráneas, impactan negativamente sobre el ecosistema cordillerano y sus animales, lo que se suma a las afectaciones al embalse La Paloma debido a un túnel de exploración de 9 kilómetros debajo del mismo. En Chile no tenemos leyes que protejan los glaciares, ante ese vacío autorizan faenas con algunos condicionamientos, pero nunca son suficientes. Hoy en la tarde realizaremos una marcha por las calles principales, intentando llamar la atención de las autoridades y la comunidad.

– ¿Viste? -le dijo en voz baja un padre a su hija, mientras le hacía un gesto con la cara apuntando a un árbol-, ¡parece que esos pájaros hubieran venido a la reunión!

La niña sonrió y lo miró con gran asombro. Terminada la reunión el escuadrón de aves volvió a la montaña y entregó su informe al pleno de los animales. La decisión fue unánime: se unirían al grupo de humanos durante la tarde para luchar contra la megaminería y contra la expansión de Mina Los Bronces. 

La gente se reunió a la hora establecida en la esquina fijada con sus pancartas y banderas, y con gran sorpresa vieron llegar a cientos de animales desde las montañas, todo tipo de pájaros, anfibios y mamíferos, todo tipo de insectos y bichos, todos ordenados y emitiendo todo tipo de voces y sonidos. Algunas personas se asustaron al ver a los pumas y cóndores acercarse, pero, luego de un rato, comprendieron que no había nada que temer.  El grupo de humanos comprometidos junto a los animales afectados comenzaron a caminar por las calles principales del pueblo, ante los ojos atónitos de quienes se asomaban por sus ventanas y balcones sin tomar parte y sin entender por qué tanto alboroto. 

Razones para proteger

Por Isabel Guzmán Undurraga

Proteger el estero Yerba Loca porque es fuente de vida para el valle, afluente como hábitat primario de infinitos microcosmos de abundancia

Proteger su cauce porque revela antiguos secretos y activa la memoria de que somos agua fluyendo.

Y eso nos impulsa al movimiento

Proteger sus poderosos saltos

porque energizan y mineralizan a seres en busca de respuestas y nuevas sendas

Proteger el Glaciar la Paloma

porque de ese cuerpo celeste brota toda condición de posibilidad para que sigamos aquí…

Respirando

Compartiendo

Existiendo

Razones sobran, voluntades faltan

Mas navegar las aguas va sembrando esperanza

¿Vamos a remar?

Enseñanzas en lo alto

Por Camila Bustos Romero

Era el primer viernes de primavera, mi padre había planeado hace mucho tiempo que fuésemos los dos hacia el glaciar la Paloma.  Estuve emocionada por varias semanas sobre este gran día, lo tenía marcado en mi calendario de la pieza, había juntado lo necesario para llevar a cabo esa gran y extenuante caminata de la que me había contado mi padre durante todo este tiempo. 

El me regaló unos zapatos de talla pequeña especiales para senderismo, los tenía guardado debajo de mi cama en su caja, intactos esperando el glorioso día, de vez en cuando iba abrirla para poder atesorarlos, nunca había tenido algo así y sabía que mi padre se había esforzado mucho para regalármelos. 

Tenía preparada la mochila para empezar la excursión con todo lo que había en la lista que me había dado mi papá: bloqueador, calcetines, agua, cambio de camiseta y mi peluche “Mili”.  Y así fue como en la mañana del viernes partimos nuestro viaje. Ahí estábamos a punto de entrar a la mágica reserva Yerba loca. Él con su mochila muy distinta a la mía pesaba como cien kilos, me preguntaba por qué su lista había sido tan diferente a la mía. 

A mi padre le apasionaba el senderismo, las excursiones y la historia. Mientras caminábamos me iba contando cada interesante dato que él había investigado sobre la reserva. Me dijo que este lugar servía de refugio de arrieros y que se presentaban ocupaciones desde las culturas prehispánicas, eso me sonaba muy llamativo porque en el colegio recién habíamos visto esa materia en historia. Yo iba muy feliz caminando al lado de él escuchando cada una de sus palabras mientras lo daba todo de mí en el sendero. Paramos varias veces a descansar, las bocaradas de aire puro llenaban mis pulmones, mientras veía esas inmensas montañas en el horizonte. 

La fauna y la flora me llamaban mucho la atención, mi papá me señalaba cada especie que se cruzaba ante nuestra vista, de repente vimos un ratón que el llamó orejudo, me asusté, pero por suerte fue una aparición muy rápida. En el cielo vimos diversos tiuques volando y pudimos escuchar varios en el trayecto. 

Había oscurecido y yo ya no daba más, tenía la lengua afuera y mis pies zapateaban, mi padre armó la carpa y nos sentamos a comer mirando el cielo estrellado sobre nuestras cabezas, me dijo que el camino era agotador pero que mañana sí que me sorprendería cuando viera los glaciares. No esperaba poder sorprenderme más asiqué ansiosa comí toda mi comida para recuperar fuerzas y avanzar rápido.

Ya era de día, ordenamos y limpiamos todo, sin dejar rastro de nuestra estancia ahí y le agradecimos a la naturaleza por hospedarnos esa noche.

En el camino mi padre me señaló que en este santuario de la naturaleza corrían diferentes aguas, la del estero Yerba loca que no podíamos tomar, porque viene cargada naturalmente con alto contenido de minerales y la de Leonera que si podíamos beber. Cuando la vi corrí a introducir mi mano en aquel arroyo tan cristalino y probé el agua más pura que pude haber tomado.

Luego de varias horas, al fin estábamos frente al solemne glaciar la Paloma, era lo más maravilloso que había visto a mis pocos años de vida, imponente de altura y majestuosidad. Mi papá hizo una pausa dramática frente al gran glaciar y me dijo, cuídalo, enséñaselo a tus hijos y que sus hijos a sus hijos y así sucesivamente porque algo así de mágico debe preservarse y le cayó una lagrima, algo que nunca olvidaré y quedo marcado a fuego en mi corazón.

Más tarde me explicaría que gracias a su existencia se mantiene un equilibrio hídrico que mantiene la biodiversidad y brinda agua a otras personas, usó un montón de términos científicos que no retuve, pero inmediatamente supe solo con verlo que su existencia valía más que oro.

Después de aquel viaje íbamos siempre una vez al año juntos a ver la magnificencia que guarda ahí la naturaleza y a cuidarla. Ya van más de 25 años desde aquello.

Hoy es el día en que les cuento estas historias que me enseñaste padre. Llevo a mis hijos a presenciar el glaciar por primera vez y a enseñarles la importancia de preservar la naturaleza y mantener aquella reserva importante de agua dulce intacta. Para que así luchen por ella tal como lo hubieses hecho tú si estuvieras aquí y vieras lo que está pasando ahora.

Manku, y el amanecer más allá de los glaciares

Por Brayan Navarrete Guerrero

La aventurera Manku, hija del querido cóndor Vultur, sueña con formar parte de los Cóndores Exploradores de La Polvareda, un selecto grupo de cóndores cuyo propósito es poder encontrar el mítico Dormidero de La Paloma; lugar donde, dice la leyenda, nace el amanecer más allá de los glaciares; y al que se le considera como el último gran refugio, donde  solo los más valientes y aventureros cóndores han podido llegar a experimentan la máxima libertad. Manku está decidida a ser parte de esta selecta escuadra, pero aunque lleva intentándolo desde hace tiempo, no hay manera de lograrlo, pues sólo admite a los jóvenes más fuertes del clan, y Manku, a sus tempranos cuatro meses de edad, ni siquiera ha realizado su primer vuelo en solitario por Yerba Loca. 

Finalmente, ese ansiado día, ha llegado.

Ya está por amanecer en el dormidero de La Polvareda y poco a poco los miembros más viejos del clan comienzan a extender sus alas para recibir los primeros rayos de sol matutino, tal como manda la tradición de este pequeño clan asentado en uno de los más altos e inaccesibles acantilados del sector que, además, cuenta con una privilegiada vista al estero La Leonera. Pese a la dificultad para entrar a este dormidero repleto de grietas y pasadizos, es el lugar favorito de todos para reunirse como familia. 

Vultur es uno de los miembros más queridos del clan, aunque su historia es bastante triste: Durante un recorrido en busca de comida para la recién nacida Manku, fue atacado por un despreciable ser humano cerca de la Cascada de los Sulfatos; lugar donde un apetecible cadáver fue puesto intencionalmente de señuelo por un humano como una trampa para atrapar cóndores. En aquel viaje lo acompañaba  Kirina, su pareja de toda la vida, con quien estuvieron durante todo un día vigilando desde las alturas a su comida. Es lo que dicta el protocolo los cóndores cada vez que encuentran comida: vigilan durante unas horas a la presa desde las alturas, algunas veces incluso durante dos días seguidos, para así confirmar que no hay presencia de humanos que quieran capturarlos como trofeo. Vultur y Kirina, luego de muchas horas de vigilia, decidieron bajar a tomar esa presa y así llevarle comida a la pequeña y hambrienta Manku,  sin percatarse que durante todo ese tiempo, un despreciable humano los observaba con sus binoculares, escondido entre las rocas y vegetación del sector, armado con un rifle, esperando el momento perfecto para capturarlos. Vultur fue el primero en descender, para asegurar la zona y la presa,  posteriormente fue el turno de Kirina, la que de sorpresa fue capturada cuando en un rápido e imprevisto movimiento  el humano le lanzó una malla hecha de cuerdas gruesas. Kirina no tuvo chance de reaccionar. La pesada malla la inmovilizó por completo y no pudo escapar.

Vultur, en un  intento desesperado por rescatar a su pareja, extendió sus enormes alas para imponerse y asustar al desquiciado que buscaba hacerlos prisioneros, sin embargo nada pudo hacer cuando el ruido de dos potentes disparos lo dejaron inmóvil y asustado. Kirina, atrapada bajo la malla, le pidió desesperada que huyera, que lo hiciera por la pequeña Manku que los esperaba ansiosa en el dormidero del Cerro La Polvareda. Vultur, aún inmóvil y presa del miedo ante la escena que veía, recibió un tiro en una de sus extensas alas, lo cual lo obligó a huir del lugar, viendo por última vez esos hermosos ojos color marrón profundo de su amada Kirina, a quien con el dolor de su corazón tuvo que dejar a merced del temerario cazador. Pese a lograr escapar, Vultur voló con mucha dificultad y de milagro pudo llegar a su dormidero en La Polvareda, donde fueron curadas sus heridas por otros miembros del clan.  Desde aquel día, Vultur es el único padre soltero del clan, su lamentable y triste  historia caló profundo en cada cóndor de su dormidero, por lo que entre todos se ofrecieron voluntariamente en ayudar a criar a la inquieta y soñadora Manku. 

 A medida que la pequeña crece, Vulkur no puede evitar ver a su esposa en los ojos de de Manku: la misma pasión, hambre por conocerlo todo, su sonrisa y curiosidad, todos rasgos que él siempre vio en su querida Kirina, de quien nunca más pudo saber, pese a que sagradamente todas las mañanas vuela por la zona con la esperanza de poder encontrarla con vida. 

La vida es compleja para un cóndor padre soltero, y Vulkur no es la excepción. Tener que lidiar a diario con el ímpetu e impulso de Manku por querer salir en busca aventuras no es fácil de manejar, sobretodo porque la primera regla del clan es: Ningún cóndor puede emprender su primer vuelo antes de los seis meses de edad. Regla que Manku, fiel al espíritu aventurero de su madre, no estaba dispuesta a respetar. En una de las tantas jornadas en que Manku se intentaba colar en los entrenamientos de los Cóndores Exploradores de La Polvareda, se quedó observando el horizonte desde la salida de su dormidero. La vista era maravillosa, amplia y digna de contemplar con admiración. La naturaleza le había ofrecido un momento único en ese amanecer donde unos cálidos rayos de sol recorrerían suavemente su pequeño cuerpo. A la distancia, en ese cielo azul profundo sin ninguna nube, un pequeño aguilucho pasa y la observa.  Algún mensaje le dice o cree escuchar. Es la voz de la determinación, de ir por lo que siempre ha querido hacer. A sus cortos cuatro meses de edad, esta suerte de epifanía la impulsaba a perseguir su destino.  Para cualquier cóndor de esa edad es complejo volar, y de llegar a hacerlo, siempre debe hacerse a baja altura y supervisado por sus padres. Pero ya sabemos cómo es Manku y sus ganas de comerse el mundo: Con la determinación de una pequeña soñadora extendió sus aún pequeñas alas, sintió el aire frío refrescando su rostro y cerró sus ojos. Estaba dispuesta a volar. 

Vulkur solo la observa desde atrás. Está dispuesto a dejarla volar, porque sabe que Manku lo hará bien, pero también sabe que las reglas del clan son claras. De pronto un estruendo potente se escucha. Viene desde las montañas bajas. Manku se asusta y retrocede unos pasos y choca con su padre que estaba tras de ella.

-Aún es pronto hija mía, ya podrás volar como todos los demás-Le dice en tono cariñoso Vultur a Manku sonriéndole con la mirada y abrazándola con sus alas.

-¿Qué fue ese ruido papá?… Siempre que suena me da mucho miedo y cada vez es más seguido-Dijo asustada Manku.

-Es un grito de la tierra cuando los humanos la hacen explotar- Le responde Vulkur con algo de nostalgia y continúa-Los humanos son una especie extraña hija mía, le hacen constantemente daño a nuestra Tierra por cosas que no entendemos. He hablado con zorros, águilas, liebres, y todos coincidimos en lo mismo: es inexplicable lo que hacen, nadie en su sano juicio destruye a su propia fuente de vida, sólo los humanos lo hacen, seguramente son un poco estúpidos.

-Papá, algunos amigos me han dicho que nuestro mundo antes era más grande, muchísimo más grande, pero cada vez se acercan más los humanos a destruirlo todo. Me da un poco de miedo cuando pienso en eso…en que algún día destruirán también nuestro dormidero.

-No lo harán, hija mía, los humanos son tan tontos que antes que suceda eso terminarán por matarse entre ellos primero….Pero no es momento de pensar en esas cosas señorita…. ¿Usted qué estaba pensando hacer acá? Parecía que querías volar Manku, y sabes bien que todavía no puedes. Debes practicar más, en dos meses ya podrás hacerlo.

Manku no se quedó contenta e hizo un gesto de resignación mientras su padre la abrazaba y ambos se quedaron unos segundos mirando el horizonte en silencio.

-Vi un águila, papá. Me dijo en un pensamiento que debía atreverme a volar. No sé cómo explicarlo, pero sentí que me estaba invitando a perder el miedo y saltar. No puedo seguir esperando, tengo que hacerlo.

Vultur, sorprendido de la valentía de la pequeña Manku, miró hacia el dormidero. Ya no quedaban muchos cóndores, la mayoría había salido a tomar aire recorriendo Yerba Loca para lucirse ante los humanos que se acercaban a tomar fotografías. En este clan de cóndores son tan vanidosos que todos quieren hacer el mejor vuelo para luego ser fotografiados, y es por eso que cada día salen a los distintos miradores que hay en el sector con la vanidad de saber que son las aves más hermosas del cielo andino. 

-¿Sabes algo Manku? vamos a intentarlo, pero yo te acompañaré en todo momento. Tú decide, eso o nos esperamos tres meses más cuando el clan te permita hacerlo.

-¿Lo dices en serio papá?-Preguntó con un rostro repleto de felicidad y esperanza la pequeña Manku.

-Ya qué más puedo hacer, hija mía, no puedo detenerte. Si no es ahora, será mañana o cualquier día. Y para mí sería un honor que hagas tu primer vuelo de verdad junto conmigo, así que movámonos rápido antes que me arrepienta de esta locura-Dijo Vultur orgulloso de su hija, y ambos extendieron sus alas, respiraron profundo y se lanzaron al vuelo. 

Los nervios de Manku eran evidentes y le costaba mantenerse estable dentro de las potentes corrientes de aire que se dan a esas alturas, pero a pesar de eso no dejaba de estar feliz. Estaba cumpliendo con el propósito de su vida: Ser libre.

-Hacia dónde quieres ir Manku-Le dijo Vultur 

-Iremos a la tierra más allá de los glaciares papá. Volemos hasta La Paloma papá, donde nadie nunca ha podido llegar- Dijo Manku con sus ojos repletos de sueños y ganas de lograr lo imposible.

Vultur quedó sorprendido ante las palabras de su hija. Nadie se había atrevido a volar tan lejos y aquel lugar que Manku mencionaba solo era conocido por las leyendas que se contaban en el dormidero, pero ninguno de los miembros lo había visto nunca. Era una locura, pero Vultur no quería desanimar a su pequeña, por lo que decidió seguirle la corriente. Sabía que el cansancio y el hambre no los harían llegar muy lejos y terminarían abortando la misión, pero no quería desanimar el espíritu de Manku, así que con toda la energía del mundo giró y movió sus extensas alas a través del cielo acelerando el vuelo. Manku, decidida a lograr encontrar el mítico dormidero de La Paloma y feliz de que su padre la acompañara, extendió con todas sus fuerzas sus pequeñas alas y dejó que la corriente de aire le diera el impulso necesario para alcanzar a su padre en el vuelo.

-Lo más lejos que he llegado es hasta el Cerro Falso Altar hija mía. Después de ahí es toda la tierra de hielo.

-Lo sé papá, pero por algo se llama Falso Altar, porque no es el verdadero, y nosotros iremos más allá, hacia donde nadie más ha podido llegar.

La tremenda voluntad y determinación de su hija le trajo un nuevo aire de esperanza ante la vida al sufrido Vultur y de pronto comenzó a creer que era posible, que juntos podrían llegar más allá de cualquier frontera posible. Ambos volaban con ganas, a gran altitud para evitar ser vistos por humanos, y concentrados siguiendo la ruta del estero Yerba Loca en un viaje que se extendería por más de ocho kilómetros. Vultur a esa altura ya estaba agotadísimo, pero la pequeña Manku no desistía, en sus alas extendidas había un sueño que cumplir y nada la detendría en su objetivo y fue así como ambos pudieron llegar hasta el mirador del glaciar La Paloma donde se posaron sobre la cumbre de un pequeño acantilado cercano al Cerro Falso Altar. Ese sería el límite según Vultur, ir más lejos sería muy riesgoso para ambos. Mientras descansaban y contemplaban el blanco prístino del glaciar Manku volvió a ver al aguilucho que había divisado al amanecer. El aguilucho se desplazaba por el cielo yendo más allá, hacia donde ningún cóndor antes había viajado.

-¡Ese es el aguilucho Papa!-Dijo emocionada Manku-Tenemos que seguirlo, él nos llevará hacia el dormidero de La Paloma.

Vultur también lo vio. Sintió algo extraño en sus pensamientos, un deseo, algo extraño que también le decía que siguieran más allá. Miró a la pequeña Manku y ambos se hicieron un gesto de aprobación y decidieron lanzarse a la aventura. No sabían qué pasaría, pero no se detendrían hasta encontrar su destino. Y después de un viaje de más de veinte kilómetros divisaron el mítico Cerro La Paloma. A medida que se acercaban vieron otros cóndores que volaban majestuosos por esos limpios y silencios parajes andinos sin presencia de humanos que los amenazaran. Todo era naturaleza en su estado más puro. Habían encontrado el dormidero de las leyendas que todos los cóndores contaban y el aguilucho los esperaba silencioso en uno de los tantos acantilados del lugar. Vultur y Manku quisieron acercarse a agradecerle por indicarles el camino, pero la sorpresa fue mayúscula cuando vieron que a pocos metros de él se encontraba Kirina, la madre de Manku y pareja de Vultur. Había sido ella quien había logrado escapar del humano depredador y en su camino de regreso se había perdido llegando al Cerro La Paloma. Vultur no podía creer lo que sus ojos veían y entre lágrimas se acercó a abrazar con sus extensas alas a su querida Kirina a quién nunca dejó de buscar.

Desde aquel día los tres se quedaron a vivir en el lugar iniciando una nueva vida, lejos de los peligros a los que se exponían por la actividad humano y experimentando el sentimiento más maravilloso que cualquier ser vivo puede sentir: La libertad Absoluta, desde donde podrían ver el amanecer más allá de los glaciares.