Por Hans Labra Bassa

Era un hermoso día de primavera, la tierra olía a humedad, las lluvias intensas habían cesado y los arroyos, ansiosos de mar, volvían a correr cristalinos como siempre. Las gotas del deshielo sonaban como dulces armonías y una calma formidable reinaba en el lugar. Un tucúquere que había acudido a refrescarse y tomar agua fue el primero que sintió la presencia de los extraños, voló siguiendo el sonido estruendoso que le llegaba desde la parte baja de la montaña, algo que los hombres llaman música y que escuchan con altoparlantes. Vio la camioneta con barras antivuelco llegar al valle y estacionar junto al glaciar, los siguió desde lejos con su aguda mirada mientras bajaban equipos y comenzaban su faena. Sin que se percataran de su presencia se acercó lo más que pudo para tratar de oír lo que decían, pero la bulla de los altoparlantes lo tenía aturdido. Por suerte estacionaron el vehículo lejos de donde comenzaron a perforar, pudiendo acercarse desde el otro lado sin ser visto. No obstante, lo que hablaban los intrusos no tenía sentido para él. 

– Punto 1/20. Chequeen bien el booster y pónganle doble sanfo, así nos aseguramos y terminamos antes… -pudo oírle decir al que tenía algo plateado sobre la cabeza.

– …está seguro jefe? podemos producir un derrumbe! -cuestionó uno de los que tenían sobre la cabeza algo naranja. Bastó una dura mirada del «jefe» para que los otros hicieran en silencio lo que les ordenaba, sin cuestionarlo.

Cuando se alejaron se acercó aún más tratando de ver qué habían hecho esos intrusos, ya que, desde donde estaba, parecía que hubieran desenterrado una especie de lombriz que tironeaban para sacarla de la tierra. 

– Estamos todos acá?! -preguntó el cabeza plateada- …voy a unir el cordón!!

El volumen de los altoparlantes estaba tan fuerte, que ni ellos lo oyeron preguntar, ni él los hubiera oído responder. Funcionaban como equipo, es cierto, aunque no sabían ni sus nombres, desde el primer día se pusieron apodos. Estaban agazapados detrás del vehículo cuando, de pronto, el cabeza naranja que hace un rato increpó al jefe sintió algo en su corazón, por lo que se incorporó y, mirando por encima del techo de la camioneta, vio al tucúquere hurgueteando entre los explosivos.

– Alto!!… Alto jefe!!… No lo active!! -gritó, mientras corría hacia el lugar sacudiendo enérgicamente los brazos, como intentando espantar al pájaro.

Efectivamente el tucúquere alzó el vuelo y se alejó del área lo más rápido que pudo, cuando se sintió la explosión. El cabeza naranja salió volando y quedó tirado espalda a tierra en medio de la polvareda, mientras el sonido retumbaba como trueno entre los cajones y cumbres más altas. Su equipo llegó corriendo a verlo, sin hacerse preguntas lo subieron al vehículo, partiendo rumbo al campamento en los faldeos, con los rostros tan pálidos como la nieve que cubría las laderas de las montañas. Mientras se alejaban se iba perdiendo la bulla de los altoparlantes y recuperando el silencio cordillerano.     

Todos los animales sintieron el enorme estruendo y la ola expansiva sacudió fuertemente cada tímpano a kilómetros a la redonda. Sin importar que estuvieran volando, entre las rocas o en sus madrigueras, el impacto fue el mismo. Para las aves fue doblemente abrumador, ya que perdieron la orientación por algunos segundos y varias cayeron a tierra. Del mismo modo, el leve temblor que se produjo causó serios problemas estructurales en las madrigueras de todos los animales, quedando algunos atrapados por deslizamientos de rocas. Momentos después de pasada la conmoción, corrió por los valles la voz de una junta de emergencia en el Cerro La Paloma. Acudieron todos lo animales en condiciones de movilizarse por sí mismos. Una junta de emergencia significaba que podían ir sin temor de ser atacados, ya que los roles de cazador y presa los dejaban fuera y todos se reunían a parlamentar con igual derecho a voz y voto. Se reunieron entonces pumas, zorros culpeo, cururos, vizcachas, sapos espinosos, sapos arrieros, lagartijas de los montes, caranchos cordilleranos, lagartijas leopardo, lagartijas negroverdosas, águilas, chirihues, churretes chicos, chirihues dorados, cometocinos, cóndores andinos, picaflores chicos, raras (medio pariente de las loicas), tencas, yales, perdicitas cordilleranas, plateros y un sinnúmero de insectos y bichos de todo tipo, forma y color.

– Silencio queridas amigas y queridos amigos… según reportes que nos han llegado desde El Manchón, El Altar y La Polvareda, sabemos que hoy hemos vivido la violenta irrupción de unos extraños que han venido a producir gran desarmonía y destrucción en nuestras sagradas montañas, así que para un mejor uso del tiempo, vamos a dar la palabra a nuestro querido y sabio guía para que nos ayude a organizarnos… -pero nadie habló y un gran silencio conmocionó a la multitud, todos se miraban atónitos sin encontrar respuestas- …hermano tucúquere, por favor, lo estamos esperando, diríjase al pleno.

– Un momento… -dijo un cóndor, con voz segura-, yo lo vi espiando a los extraños cerca el área de la explosión. La multitud comenzó a impacientarse, algunos se llenaron de miedo y hablaron de marcharse más al sur aprovechando el buen clima, pero un puma tomó la palabra y su rugido resonó en los valles.

– No perdamos el sentido de esta reunión… querido cóndor, ¿puede usted y los suyos ir a revisar el área que señala a ver si encuentran a nuestro querido hermano tucúquere? Queridos zorros, ¿pueden ustedes conformar un equipo de rescate y ayudar a nuestros hermanos que han quedado atrapados en sus madrigueras? El resto de nosotros debemos determinar qué acciones emprenderemos, ya que sabemos que, cuando los hombres llegan con sus camionetas y equipos, nada bueno nos espera. Propongo que nos dividamos en comisiones y, a media tarde, planteemos nuestras conclusiones al pleno.

Mientras todas y todos asentían y se organizaban, el grupo de zorros corría por las montañas buscando y rescatando sobrevivientes y el grupo de cóndores sobrevolaba la zona de la explosión intentando localizar al tucúquere. Lo encontraron inconsciente tendido sobre un aromático colchón de llareta, entonces, uno de los cóndores descendió y lo agarró firmemente con sus patas, trasladándolo cuidadosamente al lugar de la reunión. Una atenta vizcacha fue en busca de un poco de agua en una copa de charrúa, pequeña flor blanca medicinal que extrajo con mucho cuidado, debido a que sus hojas son muy urticantes y provocan picazón y dolor al tacto; al volver, le dio el lahuen al tucúquere, que ya se incorporaba. El pleno de los animales había vuelto a reunirse, y esperaban sus palabras en silencio. 

– Enfrentamos un grave peligro, esta mañana llegaron a nuestras montañas unos hombres distintos a los que hemos visto en el último tiempo. Venían en un vehículo que metía mucha bulla y en lugar de caminar y escalar rocas, se dedicaron a perforar la tierra y tirar lo que primero pensé que era una gran lombriz, pero parece que se trataba de una trampa. Pude notar que uno de ellos se arrepintió y corrió a avisarme, por lo que alcancé a volar, pero entonces la trampa explotó y me golpeó muy fuerte y perdí el conocimiento. ¿Alguien sabe dónde están esos hombres ahora?… quisiera agradecerle al que me avisó el haberme salvado de aquella trampa.

– Los vi arrancar luego de golpearte o, al menos, eso me pareció, ya que cuando se disipó la polvareda los vi partir a toda velocidad. Son unos cobardes -dijo el cóndor.

– Es cierto, nosotros veníamos en la corriente fría de altura cuando se vio un destelló y se levantó la polvareda, por eso la explosión no nos alcanzó -comentó otro cóndorsólo los vimos arrancar y perderse cerro abajo.

– Queridos irmãos -dijo uno de los yales, en su lengua materna- venho voando de longe e posso dizer que estamos diante da mega-mineração. El yal contó lo que había visto en su migración por Brasil, Argentina y las islas Malvinas, habló de un plan llamado IIRSA que estaban implementando algunos hombres por todo el continente.

– Esto es terrible -dijo el cururo-, tenemos que detener a los hombres.

Todos los animales asintieron. Entonces cada comisión presentó sus conclusiones y deliberaron. Establecieron la necesidad urgente de desarrollar micropolíticas tanto de visibilización y establecimiento de redes de apoyo, como de sabotaje a la infraestructura de la minera. El tucúquere comentó que algunas personas no eran malas y que quizás se podían establecer vínculos de lucha con ellas.

– Em vários territórios vimos pessoas se manifestando com cartazes contra a megamineração -comento otro yal, lo que motivó a una lagartija leopardo a hablar.

– Es cierto, existe un tipo de gente distinta, que no viene a destruirnos ni a cazarnos, el otro día estaba tomando Sol sobre unas rocas y pasó lo que parecía ser una familia buena y, por primera vez, no tuve que esconderme. Me miraron, me sacaron fotos y siguieron su camino, en otras ocasiones la gente intentaba atraparme o me tiraban piedras, por suerte he logrado arrancar, sino… no lo estaría contando… bueno, tuve que sacrificar mi cola un par de veces.

– No se hable más -dijo el tucúquere-, buscaremos apoyo entonces entre la gente que sea cercana a los animales, mañana por la mañana bajará un escuadrón de aves y se internarán en el pueblo aledaño a recabar información respecto a con cuánta gente efectivamente podemos contar. Agradecemos a los zorros por su gran trabajo de rescate de los nuestros que habían quedado atrapados. Ahora, a descansar.

El escuadrón de aves llegó a la plaza del pueblo justo cuando iniciaba la reunión que había convocado la comunidad en contra de la ampliación de la Mina Los Bronces y de la destrucción del Santuario de la Naturaleza Yerba Loca. Llegaron justo cuando, uno de los que convocaba, le hablaba a la gente reunida:  

– …actividades como la extracción, la excavación y el uso de explosivos, el aceleramiento de la fusión de los glaciares debido al material emitido por las minas, la construcción de carreteras e infraestructuras en las cimas cordilleranas, y los vertederos de relaves que contaminan las aguas superficiales y subterráneas, impactan negativamente sobre el ecosistema cordillerano y sus animales, lo que se suma a las afectaciones al embalse La Paloma debido a un túnel de exploración de 9 kilómetros debajo del mismo. En Chile no tenemos leyes que protejan los glaciares, ante ese vacío autorizan faenas con algunos condicionamientos, pero nunca son suficientes. Hoy en la tarde realizaremos una marcha por las calles principales, intentando llamar la atención de las autoridades y la comunidad.

– ¿Viste? -le dijo en voz baja un padre a su hija, mientras le hacía un gesto con la cara apuntando a un árbol-, ¡parece que esos pájaros hubieran venido a la reunión!

La niña sonrió y lo miró con gran asombro. Terminada la reunión el escuadrón de aves volvió a la montaña y entregó su informe al pleno de los animales. La decisión fue unánime: se unirían al grupo de humanos durante la tarde para luchar contra la megaminería y contra la expansión de Mina Los Bronces. 

La gente se reunió a la hora establecida en la esquina fijada con sus pancartas y banderas, y con gran sorpresa vieron llegar a cientos de animales desde las montañas, todo tipo de pájaros, anfibios y mamíferos, todo tipo de insectos y bichos, todos ordenados y emitiendo todo tipo de voces y sonidos. Algunas personas se asustaron al ver a los pumas y cóndores acercarse, pero, luego de un rato, comprendieron que no había nada que temer.  El grupo de humanos comprometidos junto a los animales afectados comenzaron a caminar por las calles principales del pueblo, ante los ojos atónitos de quienes se asomaban por sus ventanas y balcones sin tomar parte y sin entender por qué tanto alboroto. 

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