- Por Felipe Pino, Coordinador de Proyectos en ONG FIMA
La vigésimo octava Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Cambio Climático bien podría ser recordada como “la COP de las contradicciones”. En el año más caluroso de la historia, el evento se llevaría a cabo en uno de los principales países petroleros del mundo, a tan solo kilómetros de un epicentro de violaciones sistemáticas de derechos humanos en Gaza. Así, la expectativa de avance era baja, y, para muchos, la legitimidad del proceso pendía de un hilo.
Las COP están lejos de ser procesos lineales y monotemáticos. Por lo mismo, nunca es fácil evaluar su éxito o fracaso. Múltiples flujos de negociación se mezclan y se separan dependiendo del tema, posiciones, y contextos geopolíticos. Lo que se gana en uno, se pierde en otro. Y sin embargo, toda COP tiene un punto que, al final de la conferencia, se usa como referencia para medir la ambición del resultado. En esta COP28, dicho elemento se forjó de la combinación de dos temas: el balance global y el “paquete de energía”.
Así, si bien esta conferencia tenía un listado importante de temas y procesos a resolver, entre ellos, el fondo de pérdidas y daños, la meta global de adaptación, el programa de trabajo de transición justa, los mecanismos de mercados de carbono; las múltiples contradicciones presenciadas en esta COP, terminaron avivando la ambición de observadores y delegaciones para ir por el oro: un mandato claro al abandono de todos los combustibles fósiles al 2050. Ello, luego de un abrupto y temprano cierre del fondo de pérdidas y daños (el protagonista de las dos últimas COP), que marcó el inicio de la COP con un sabor agridulce (logro histórico para algunos, “una gota en el océano” para otros).
Desde finales de la primera semana, la demanda por un fossil fuel phase out (FFPO) se leía tanto en borradores de texto como en lienzos de la sociedad civil. Situación que se acrecentó luego de que el Sultán Al Jaber señalara que “no existe ciencia detrás de la demanda por el abandono de los combustibles fósiles”, convirtiéndose en un lema en sí mismo, y su presencia en el texto, el principal punto de referencia para evaluar el éxito o fracaso de la COP28.
Los enemigos jurados del FFPO eran dos desviaciones conceptuales: el phase down (descenso y no abandono) y la idea de unabated fossil fuels, que metía al debate los mecanismos de captura de carbono. Como en todo texto jurídico, el diablo está en los detalles. La inclusión de esos conceptos diluye significativamente las obligaciones de mitigación de las partes, y permite descansar en tecnologías aún inexistentes de captura de carbono.
Luego de un final infartante, el texto cerró con -literalmente- la peor combinación conceptual posible: accelerating efforts towards phase-down of unabated coal power. Es decir, no solo gana el descenso y no el abandono, sino que solo se hace referencia al carbón y no a todos los combustibles fósiles. Asimismo, la idea de “acelerar esfuerzos hacia”, está muy lejos de la urgencia que nos demanda esta década.
Si bien en el repechaje se logró introducir un mandato adicional de “transitar fuera de los combustibles fósiles en nuestros sistemas energéticos”, el lenguaje distractor se hizo paso en el texto del balance global, y esa es tinta que no se borra, y que suele interpretarse a conveniencia del lector. Fiel a su estilo, la presidencia logró su objetivo de un acuerdo histórico… históricamente contradictorio.
Columna de opinión publicada en La Tercera – 15/12/23