- Constanza Dougnac, Coordinadora de Comunicaciones
- Macarena Martinic, Coordinadora de Acceso a la Justicia
En una época en que la crisis climática requiere de acciones urgentes y reales, se hace fundamental dejar atrás el discurso dicotómico que pone en colisión a la protección del medioambiente con el desarrollo económico del país, así como valorar y proteger a quienes trabajan por el cuidado del territorio.
Se dice que la frase del título es de Julio César, pero quién sabe. Lo cierto es que, independiente de su origen, es una técnica ampliamente utilizada hasta el día de hoy con fines políticos y también comunicacionales. Es evidente, por un lado, que resulta mucho más fácil atacar objetivos separados, que no se comunican entre sí, que a un gran frente común. Por otro, aun más fácil es separar a tus enemigos y hacer que se destruyan entre ellos.
Un espacio en el que se pueden comprobar las consecuencias de esta estrategia es precisamente en las luchas socioambientales. Existen tres esferas en las que vemos cómo se intenta dividir a través de un discurso en el que se generan “falsas dicotomías” con graves consecuencias de estigmatización y puesta en peligro de la vida de defensores y defensoras ambientales en todo el país.
La primera disyuntiva se da en el plano personal familiar y la elección artificial que se le impone a las personas que viven en un territorio en conflicto socioambiental: “o proteges el medioambiente o trabajas”.
Son muchas las consecuencias que se le imponen a una familia que debe coexistir con esta supuesta “elección”. Por ejemplo, en una zona de sacrificio en la que probablemente los mismos niños y niñas que este año han resultado intoxicados en sus colegios, tienen padres que trabajan en las mismas empresas que causan el daño. Las y los mismos adultos que quieren salud para ellos y sus familias, temen perder su única fuente de ingresos.
El siguiente nivel es la división en las comunidades. Esta inicia con un discurso engañoso que impone un falso enfrentamiento entre aquellos que quieren la protección del medio ambiente y quienes quieren el desarrollo económico. Un emblema de esto es lo ocurrido frente a proyectos como Dominga en la comuna de La Higuera.
Es común ver amplios despliegues comunicacionales para visibilizar la cantidad de empleos y carreteras que estas inversiones traen a las localidades, incluso a autoridades electas comprometidas con este tipo de desarrollo y denostando a sus propios vecinos que se oponen a estas empresas. Frases como “La gente habla de la extinción del pingüino y del pato Humboldt, pero yo hablo de la extinción de mis vecinos, que no tienen trabajo”, no son una caricatura.
Así, se rompen también las relaciones entre vecinos/as y familias, propiciando ambientes de riesgo, que pueden llegar incluso a poner en peligro la vida de quienes defienden el medioambiente. Falsas dicotomías que dejan de lado debates previos sobre las políticas públicas que son urgentes para pensar en un tipo de desarrollo justo, como el ordenamiento territorial y el desarrollo de herramientas concretas que permitiría a las personas ampliar sus posibilidades más allá del trabajo extractivista.
Lo anterior, no solo traslada discursivamente la responsabilidad sobre lo que ocurre en el territorio a las y los defensores, sino que es el inicio de la estigmatización del rol que cumplen y la ruptura del entramado social.
Así se desencadena una tercera esfera de división, la estigmatización de los defensores ambientales a nivel nacional, y sobre todo en la agenda comunicacional, en la que se les expone como opositores del progreso y del desarrollo económico del país. Se ridiculiza el rol y se desestiman los argumentos en pro del medioambiente, para facilitar el crecimiento económico del país. Se valoriza el greenwashing y se deja la preocupación por situaciones permanentes, como la crisis climática solo en manos de las pequeñas acciones individuales que cada una/o debe realizar (como reciclar o ducharse en tres minutos), pero se rechazan las políticas públicas que impongan mayor carga a las industrias y prohíban su acción en ciertas áreas.
Ejemplo reciente es la discusión sobre “Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas” que pretendía dejar fuera de las zonas de protección a industrias contaminantes como las salmoneras, y que fue rechazada en comisión mixta del Congreso, nuevamente con argumentos caricaturescos como “se pretende convertir el país en un gran parque nacional”.
Los ejemplos son muchos y se repiten día a día. Sin embargo, en una época en que la crisis climática requiere de acciones urgentes y reales, se hace fundamental dejar atrás el discurso dicotómico que pone en colisión a la protección del medioambiente con el desarrollo económico del país, así como valorar y proteger a quienes trabajan por el cuidado del territorio. El llamado es también a las autoridades e inversionistas para liderar este cambio con un enfoque de justicia e innovación.