En ONG FIMA estamos en búsqueda de un/a Encargado/a de Gestión de Personas para integrarse a nuestro equipo y aportar a la construcción de una cultura organizacional sólida, colaborativa y comprometida con nuestra misión.
La persona seleccionada será responsable de gestionar de forma integral todos los procesos vinculados al personal: reclutamiento y selección, administración de beneficios, acompañamiento a equipos, prevención y resolución de conflictos, cumplimiento de la normativa laboral y fortalecimiento del clima organizacional.
Requisitos del cargo:
Experiencia previa en áreas de gestión de personas, idealmente en organizaciones sin fines de lucro.
Profesión afín al cargo.
Deseable manejo de inglés.
Excelentes habilidades de comunicación y relación interpersonal.
Adaptabilidad y capacidad de trabajo colaborativo.
Conocimiento actualizado de normativa laboral y altos estándares de integridad.
Por Ezio Costa Cordella, Director Ejecutivo de ONG FIMA
Hace unos días, Bill Gates volvió a hablar del cambio climático, y lo hizo con un tono distinto. En un texto reciente, sostuvo que la crisis ambiental es “un problema muy importante”, pero que “no llevará al fin de la civilización”, pues “las proyecciones de emisiones han bajado, y con las políticas e inversiones correctas, la innovación nos permitirá reducir las emisiones mucho más”. Su mensaje, más que una renuncia, era una invitación a cambiar el foco: dejar de pensar la acción climática solo en términos de temperatura y emisiones, y concentrarse en algo más inmediato y humano, como reducir el sufrimiento y mejorar la vida de las personas que ya están siendo afectadas.
El comentario desató una oleada de interpretaciones oportunistas. La derecha negacionista lo celebró como una victoria ideológica. Donald Trump, fiel a su estilo, lo utilizó como prueba de que su escepticismo tenía fundamento y repitió que el cambio climático es una “estafa”. Pero esa lectura es, como tantas veces, una manipulación. Gates no niega la existencia del problema ni la necesidad de actuar. Lo que propone, en realidad, es un ajuste moral: si ya no podemos evitar todos los impactos, debemos orientar los esfuerzos hacia la protección de quienes más sufren.
Esa distinción es crucial. Durante años, la conversación climática se ha centrado en metas como no aumentar la temperatura más allá de 1,5 °C, alcanzar las cero emisiones netas o lograr la neutralidad de carbono. Pero mientras las cifras se discutían en conferencias internacionales, los efectos del calentamiento ya se sentían en lugares donde las decisiones globales apenas llegan: comunidades desplazadas, cosechas perdidas, territorios secos, enfermedades agravadas, alimentos encarecidos. La crisis climática dejó de ser una amenaza futura y se transformó en una experiencia cotidiana.
En ese contexto, la sugerencia de que el objetivo no puede limitarse a controlar el termómetro no solo es razonable, sino que está muy en línea con el discurso de la mayoría de las organizaciones sociales y ambientales del Sur Global. La acción climática debe incluir la adaptación, la cooperación y la justicia. No basta con medir el éxito por la reducción de gases de efecto invernadero, sino por la capacidad de proteger vidas, reducir la pobreza y evitar sufrimientos innecesarios. En otras palabras, el desafío no es solo ambiental, sino profundamente humano.
Trump, en cambio, representa la negación activa de esa idea. Su discurso sigue anclado en la sospecha hacia toda forma de acción colectiva. Defiende un mundo donde cada uno se salva por sí mismo, donde la regulación es enemiga y la solidaridad, una debilidad. En esa lógica, el cambio climático no existe, o, si existe, no merece atención porque los costos recaerán sobre otros. Es la política del sálvese quien pueda, elevada a programa de Gobierno. Una política que no solo daña a los estadounidenses, sino al mundo.
Parte del daño que los regímenes de ultraderecha y otros Gobiernos autoritarios están provocando es que, al minar la acción colectiva en favor del negocio de los combustibles fósiles, están volviendo imposible controlar el aumento de la temperatura. Reducir el calentamiento global es la forma más sencilla y menos costosa de evitar los daños de la crisis climática. Pero, al hacerse menos probable, se hace necesario buscar otras vías para mitigar sus consecuencias, y ahí una estrategia dominante es fortalecer a quienes están en posiciones más vulnerables.
Así, el error en la celebración de la ultraderecha es doble. No solo Gates reafirma la urgencia de la crisis climática, sino que además busca reorientar la acción hacia la solidaridad y la cooperación internacional, algo abiertamente contrario a las ideas individualistas que esta ideología promueve.
La gobernanza global de la crisis climática está fracasando en su primer objetivo, detener el aumento de las temperaturas para reducir la gravedad del problema. Pero el problema está muy lejos de desaparecer. Las promesas de financiamiento climático se incumplen, la ayuda internacional se desvanece y la transición ecológica avanza a distintas velocidades, reproduciendo las mismas asimetrías que produjeron la crisis. Frente a eso, la noción de justicia climática aparece no como consigna, sino como brújula: reducir el sufrimiento donde más duele, compartir recursos, proteger a los más vulnerables.
Tal vez por eso las palabras de Gates, más allá de sus límites y contradicciones, resuenan en este momento. Porque admiten lo que muchos prefieren negar: que el desastre ya comenzó y que la respuesta no puede seguir siendo una suma de compromisos incumplidos. Que el planeta seguirá existiendo, pero el mundo que conocemos podría no hacerlo. Y que el verdadero dilema no es si podremos evitar el cambio climático, sino cómo decidiremos vivir, y quiénes podrán hacerlo, dentro de él.
Podría esperarse que los negacionistas cambiaran de postura, que la evidencia los convenciera, pero esa esperanza es ingenua. Su negacionismo no es falta de información, sino una forma de poder. Por eso, el sentido de las palabras de Gates no está en tranquilizar, sino en mover el tablero. Frente a la arremetida de la ultraderecha contra la vida, la lucha ha cambiado de frente y debemos enfocarnos en salvarnos unos a otros.
Por Carolina Palma, Coordinadora de Incidencia en ONG FIMA.
Fue en la década de 1970 cuando por primera vez se comenzó a tener noción del fenómeno del cambio climático entre políticos, economistas y científicos. Sorprendentemente han pasado 50 años, múltiples cambios geopolíticos, sociales y tecnológicos y el problema se sigue profundizando. Esta semana, el multimillonario Bill Gates publicó un manifiesto en el cual declara que el cambio climático «no conducirá a la desaparición de la humanidad» y que «la pobreza y las enfermedades siguen siendo los problemas más importantes de la humanidad».
En lo político internacional, Donald Trump ha expresado su negacionismo climático en numerosas decisiones, entre ellas, la retirada del Acuerdo de París. En el ámbito nacional, las cosas no se ven mucho mejor orientadas: los postulantes a La Moneda o niegan el cambio climático o parecen no comprender la magnitud del problema.
Las excusas siempre son las mismas: que los cambios deben ser paulatinos; los posibles impactos en la economía y la fe ciega en que esta se autorregula; que se necesita que las «futuras generaciones tomen conciencia…» y muchas otras que seguramente todas hemos escuchado y que nos perpetúan en la inacción. No se trata de que Chile no haya avanzado en temas climáticos y ambientales; pero no es suficiente y la desidia política, y el negacionismo, pueden llevarnos a perder el camino andado, a pesar de que la evidencia científica nos sitúa como un país altamente vulnerable frente al cambio climático y de que según la última evaluación de desempeño ambiental de la OCDE en 2024, los mayores desafíos que enfrentamos tienen que ver con la contaminación atmosférica, la gestión de residuos y la grave crisis hídrica que amenaza con el suministro de agua potable a medida que el desierto avanza por nuestro país.
En ese mismo sentido convive el discurso, instalado desde sectores empresariales, como «permisología». Una idea errada de que la evaluación ambiental estaría siendo un impedimento burocrático para el aumento a la inversión. A ciegas y sin cuestionar ni contrastar la información, casi todas las candidaturas han acuñado este relato, que antagoniza la idea de desarrollo con la protección ambiental.
Podemos coincidir en que las problemáticas que enfrenta el país hoy son variadas, y es de esperar que los candidatos al sillón presidencial ofrezcan ideas y soluciones para darle seguridad a la población no solo en materia de crimen y orden público, sino también en temas como seguridad hídrica y climática, cuestiones mínimas para la salud de la ciudadanía. De forma decepcionante, esas propuestas están al debe en la mayoría de los programas de las candidaturas presidenciales. José Antonio Kast y Johannes Kaiser derechamente creen que estas ideas son fruto de la ideología y, al igual que Trump, Milei o Bolsonaro; amenazan los avances que se han conseguido durante años de negociaciones y de amplio consenso político. Lo que deciden ignorar los políticos de la ultraderecha y el mismo Bill Gates es que la crisis climática se va a seguir agravando. Y dentro de los efectos de esta crisis, están la generación de más pobreza, más migración, más incertidumbre, más crisis social, sanitaria y económica.
En un escenario en el que el tema ambiental ha sido excluido de los debates, minimizado en los programas y convertido a posicionamientos netamente economicistas, desde la sociedad civil hacemos un llamado a no olvidar los mínimos. Esperamos del próximo presidente o presidenta de Chile se comprometa: en primer lugar a no retroceder en leyes, reglamentos y políticas que actualmente protegen al medio ambiente y las personas. En segundo lugar, un irrestricto respeto a los tratados internacionales a los que Chile ha suscrito y la legislación vigente, entendiendo que estas leyes siempre se pueden mejorar. Por último, esperamos que exista un compromiso con la transparencia de la información, accesible para toda la ciudadanía y que evidentemente esta sea también exigible a los privados que operan sobre bienes nacionales. Sabemos que el período presidencial de 4 años es corto, sin embargo no podemos esperar otros 50 años para hacernos cargo de esta crisis.
Columna de opinión publicada en Cooperativa – 4/11/25
El Consejo Nacional para la Gobernanza de Escazú es una instancia clave para el seguimiento del Plan Nacional de Implementación Participativa del Acuerdo de Escazú 2024–2030.
Octubre, 2025. El Acuerdo de Escazú, que entró en vigor en Chile en 2023, es el primer tratado ambiental de América Latina y el Caribe que busca garantizar el acceso a la información, la participación pública y la justicia en asuntos ambientales, además de proteger a las y los defensores de derechos humanos en temas ambientales.
En ese marco, se creó el Consejo Nacional para la Gobernanza de Escazú, un espacio de articulación entre el Estado, la sociedad civil, la academia y el sector privado, que permitirá hacer seguimiento al cumplimiento de los compromisos asumidos por Chile. Esta es una instancia de trabajo multinivel y multiactor que reúne a representantes de la sociedad civil, el sector académico, privado y público, con el objetivo de fortalecer la democracia ambiental, fomentar la participación ciudadana y avanzar en la justicia ambiental en Chile.
Para ser parte del consejo, se llevó a cabo un proceso de postulación en el que más de 135 organizaciones sociales, académicas y empresariales participaron. En este proceso es que ONG FIMA fue elegida para ser uno de los representantes de la sociedad civil.
La Gobernanza de Escazú contempla además instancias por sector, como academia y privados, y comités regionales.
Puedes seguir al tanto de las novedades en torno al Acuerdo de Escazú y su implementación en Chile en escazu.mma.gob.cl
La relación entre las personas y la naturaleza es inseparable. Proteger el medio ambiente no es solo un deber ético: es la base de la calidad de vida, la justicia social y la seguridad humana.
Hace prácticamente 40 años lo ambiental estaba ausente del debate público. Hoy, en plena crisis climática, resulta urgente avanzar hacia políticas integrales con definiciones tempranas de alcance y coordinación, que permitan la eficiencia de los permisos sectoriales, anticipen impactos, fortalezcan la resiliencia de comunidades y ecosistemas, y garanticen condiciones dignas frente a emergencias presentes y futuras.
En este contexto, es indispensable que la protección ambiental esté al centro de la discusión presidencial. La seguridad hídrica, la conservación de ecosistemas, la transición energética justa y el derecho a un medio ambiente sano y libre de contaminación no solo son fundamentales para garantizar una vida digna, sino que también resultan económicamente estratégicos, especialmente en un país cuya matriz productiva depende intensamente de los recursos naturales, y tenemos una alta vulnerabilidad climática. Sin protección ambiental no hay futuro.
Mantener estándares ambientales reduce costos futuros asociados a sequías, incendios, inundaciones y desertificación; aporta seguridad jurídica para la inversión; optimiza la asignación de recursos y equilibra las cargas ambientales; además de promover innovaciones que sostienen la productividad en el tiempo. Reconocer esta interdependencia demuestra que la protección ambiental no es un obstáculo para el desarrollo, sino su base indispensable.
Por ello, hacemos un llamado a las y los candidatos presidenciales a comprometerse sin retrocesos con el medio ambiente. Como organizaciones, planteamos tres pilares mínimos para cualquier programa: No regresión, Respeto a la legislación vigente y Transparencia.
NO REGRESIÓN
El principio de no regresión establece que los estándares de protección ambiental, salud, participación y transparencia son un piso mínimo que no puede debilitarse. Chile ha avanzado en normativa ambiental y retroceder sería inaceptable.
Se requiere fortalecer los estándares actuales, mejorar los procesos evaluativos y asegurar que la evaluación ambiental sea rigurosa, predecible y basada en evidencia. Esto implica que los proyectos ingresen al Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental (SEIA) con información completa (líneas base sólidas, alternativas reales, medidas verificables), con definiciones tempranas de alcance y coordinación eficaz entre permisos sectoriales.
El próximo gobierno debe comprometerse a:
Aumentar la dotación y capacidades técnicas de las instituciones que evalúan proyectos y fiscalizan la ejecución de los mismos, así como los componentes ambientales de regulaciones sectoriales (agua, energía, minería, bosques, pesca y acuicultura, entre otros) .
Garantizar evaluaciones ambientales oportunas y coordinar los servicios sectoriales, donde suelen producirse las demoras.
RESPETO A LA LEGISLACIÓN VIGENTE
Cumplir la legislación ambiental significa aplicar integralmente las normas y tratados internacionales ratificados por Chile, incorporándolos en políticas, leyes, reglamentos y otras regulaciones con presupuestos adecuados para su implementación y fiscalización. Supone decisiones ajustadas al marco legal, con trazabilidad, transparencia y participación ciudadana, sancionando los incumplimientos.
Esto incluye:
La Constitución y tratados internacionales (Acuerdo de París, Escazú, Marco Mundial Kunming-Montreal, entre otros).
Las leyes marco y sectoriales (Ley Sobre Bases Generales del Medio Ambiente, Servicio Nacional Forestal, Ley Marco sobre Cambio Climático, Ley que crea el Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas , Ley de Fomento y Recuperación del Bosque Nativo, así como regulaciones sobre aguas, residuos, energía, minería, entre otras).
Reglamentos, normas de calidad y emisión, planes de descontaminación, manejo y áreas protegidas.
Resoluciones administrativas y obligaciones de transparencia.
La legislación ambiental chilena ha sido fruto de aprendizajes colectivos. El próximo gobierno debe aplicarla plenamente, con plazos, presupuestos y responsables claros, asegurando que:
La salud sea eje de planes de descontaminación y evaluaciones de impacto.
No se concentren cargas en ciertos territorios, definiendo zonas de exclusión, resguardo y restauración.
Se fomente la implementación (apoyo a regiones y municipios) y
Que existan sanciones efectivas que eviten que las grandes industrias traten las infracciones y las multas que deriven de ellas como costos de operación y que efectivamente sean una forma de desincentivar malas prácticas.
TRANSPARENCIA
La transparencia es esencial para la democracia. Implica que la información pública sea accesible y clara, y que también lo sea la información técnica que fundamenta decisiones estatales y privadas sobre bienes comunes.
La ciudadanía, sin importar nivel educativo, debe comprender las políticas y regulaciones ambientales, así como los impactos de proyectos de inversión e infraestructura en los territorios. Transparencia también significa dar a conocer los intereses —estatales, privados o sociales— detrás de las decisiones.
No basta con exigir transparencia activa al Estado y a la sociedad civil: también debe aplicarse a instituciones privadas y a acuerdos con el Estado. Esperamos que las y los candidatos se comprometan a avanzar en esta línea y a garantizar que la información sea comprensible y accesible para toda la población.
ONG FIMA publica recomendaciones para una estrategia justa que integre aspectos ambientales y sociales.
Octubre, 2025. El Gobierno de Chile ha estado trabajando en una Estrategia Nacional de Minerales Críticos para la transición energética. En ese contexto, creó un Comité Consultivo de Alto Nivel encargado de elaborar y aportar a esta estrategia, instancia para la cual ONG FIMA fue invitada a participar como representante de la sociedad civil. Sin embargo, nuestra percepción fue que el debate estuvo mayoritariamente centrado en dar mayor agilidad a proyectos y certezas regulatorias para el sector empresarial, mientras que la protección ambiental representó un interés muy minoritario.
El debate minero debería considerar el lugar y territorio en donde la actividad se va a desarrollar, y por ende, incorporar las dimensiones ambientales y sociales en estas discusiones. Ante esto, publicamos el «Apunte de Política Ambiental: Estrategia de Minerales Críticos para la transición energética» con recomendaciones para una estrategia justa, donde presentamos la experiencia del proceso, los aportes que formulamos en materias de producción responsable, participación y transparencia, y las narrativas que predominan en la discusión pública.
Por quinto año consecutivo se llevó a cabo el Encuentro Nacional Municipio Verde, instancia que reúne a representantes de las áreas de medio ambiente de distintas municipalidades de Chile para discutir sobre los principales desafíos de la gestión ambiental local, así como para intercambiar experiencias y conocimientos.
Octubre, 2025. El evento se realizó el pasado 26 de septiembre en el Hotel O’Higgins, en Viña del Mar, y fue organizado por ONG FIMA y la Fundación Friedrich Ebert (FES), con el apoyo de la Municipalidad de Viña del Mar. Contó con la participación de 48 funcionarias y funcionarias de 15 municipios, tales como Villa Alemana, Pedro Aguirre Cerda, Rancagua y Valdivia.
Como una forma de contribuir al intercambio de experiencias, el equipo organizador realizó una presentación con algunas de las iniciativas destacadas en gestión ambiental local desarrolladas por municipalidades que forman parte del proyecto. Entre ellas estuvo la Municipalidad de Viña del Mar, que expuso ante el resto de los funcionarios sus avances en materia de participación ciudadana.
Por otra parte, el encuentro contó con la participación del senador por la Región de Los Ríos, Alfonso de Urresti, quien compartió detalles sobre el proceso que permitió obtener el reconocimiento de Valdivia como Ciudad Humedal por parte de la Convención Ramsar.
Lanzamiento de Informe sobre gestión de residuos sólidos
Durante el evento se llevó a cabo el lanzamiento del informe “El problema de la gestión de los residuos sólidos: soluciones desde 4 comunas de Chile”, un documento en el que se recopilaron y caracterizaron las estrategias implementadas por las municipalidades de Ancud, Lampa, Valdivia y Villa Alemana para enfrentar los desafíos de gestión de residuos en sus territorios.
“Todos los municipios comparten desafíos en su gestión ambiental local, sobre todo en la gestión de residuos, el cual significa un gasto presupuestario enorme que se podría destinar a otras necesidades”, comentó Carolina Palma, Coordinadora de Incidencia de ONG FIMA y quien encabeza el equipo de Municipio Verde. “Nadie quiere tener su comuna sucia y es por eso que debemos avanzar en la disminución de basura. Esa labor recae en los municipios, quienes en este encuentro comentaron sobre sus experiencias y problemas al momento de la gestión de la basura”.
El informe busca ofrecer una base de referencia para la aplicación de iniciativas innovadoras y efectivas en esta materia, a través del análisis de los principales resultados, desafíos y aprendizajes de cada caso estudiado.
Posteriormente, se desarrolló un panel de conversación con la participación de Diego Torrealba, director del Departamento de Medio Ambiente de la Municipalidad de Lampa; Alejandro Vives, director ambiental de la Municipalidad de Villa Alemana; Andrés Valdivia, coordinador de residuos de la Secretaría Comunal de Planificación de la Municipalidad de Valdivia; y Loreto Vera, profesional de la Secretaría Regional Ministerial del Medio Ambiente de Valparaíso.
El documento, elaborado por el área de Incidencia de ONG FIMA, analiza los sistemas de compensación en Chile y propone salvaguardas ambientales y sociales para que estos mecanismos sean una oportunidad real de protección de comunidades y ecosistemas.
Septiembre, 2025. En los últimos años, Chile ha avanzado en la creación de mecanismos de mercado para enfrentar la crisis climática y ecológica, como los sistemas de compensación de emisiones de carbono y de biodiversidad. Estas herramientas pueden contribuir a reducir impactos y promover la conservación, pero también presentan riesgos importantes si no cuentan con reglas claras que los orienten.
El informe revisa los avances de Chile en la materia, así como los estándares internacionales y la experiencia de otras iniciativas. Sobre esa base, propone lineamientos para el diseño de un sistema robusto que considere, entre otros, la participación temprana e inclusiva de comunidades, respeto a pueblos indígenas y sus derechos, y mecanismos de transparencia y distribución justa de los beneficios, enfatizando que Chile está en un momento clave para aprovechar la ventana regulatoria e incorporar salvaguardas que fortalezcan la justicia ambiental y eviten repetir errores del pasado.
La publicación es un proyecto colectivo que reúne aportes de más de diez académicos de diversas regiones del mundo que analizan las obligaciones jurídicas de los Estados frente a la crisis climática y sus impactos en los derechos humanos.
La publicación fue presentada originalmente en inglés en octubre del año pasado en La Haya, en el marco de las audiencias de la CIJ sobre la opinión consultiva solicitada por Vanuatu. Su versión en español fue lanzada recientemente en un evento en Santiago de Chile que reunió a Andrea Lucas del Heidelberg Center para América Latina, Pilar Moraga del CDA, Vicente Velasco de la Comisión de Medio Ambiente del Centro de Estudiantes de la Universidad de Chile, y Ezio Costa de ONG FIMA, quienes compartieron sus reflexiones sobre justicia climática.
A lo largo de sus capítulos, el texto aborda temas como la protección de los derechos humanos de las personas desplazadas por el cambio climático, la necesidad de reconocer la naturaleza como sujeto de protección, y el rol de los tribunales —nacionales e internacionales— en la creación de precedentes que obliguen a los Estados a asumir su responsabilidad climática.
Al respecto, Ezio Costa, director ejecutivo de ONG FIMA, señala que este libro reúne debates más urgentes que nunca, porque “muestran cómo el derecho internacional puede y debe responder frente a la crisis climática. Precisamente en esa dirección van lo que han señalado la Corte Internacional de Justicia y la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que son grandes noticias porque construyen muros de protección frente al fenómeno desregulatorio que enfrentamos hoy.”
Este libro busca ser más que una publicación meramente académica, entregando herramientas prácticas para estudiantes, profesionales y activistas que trabajan por la justicia climática. Para esto, en paralelo se desarrolló un curso MOOC (Massive Open Online Course) gratuito en la plataforma Udemy, que permite profundizar en los contenidos y explorar cómo el litigio climático puede impulsar transformaciones institucionales y sociales a través de dos módulos: “Legal Standards and Global Litigation” y “Climate Action through Advisory Opinions and More”.
Las soluciones provienen de la innovación popular, los derechos indígenas y las protecciones efectivas, según los participantes de un taller sobre gobernanza oceánica organizado por Dialogue Earth y FIMA.
Por Fermin Koop.
En la última década, Chile se ha convertido en un líder mundial en conservación marina, al menos sobre el papel. El país ha recibido elogios internacionales por designar más del 40% de sus aguas territoriales como áreas marinas protegidas (AMP) y por liderar iniciativas oceánicas internacionales. Sin embargo, en una reciente reunión celebrada en la ciudad costera de Viña del Mar, en el centro de Chile, los participantes de grupos de la sociedad civil, organizaciones indígenas, el mundo académico y comunidades costeras describieron un panorama más complejo.
Dialogue Earth y la ONG chilena FIMA reunieron a más de 30 participantes en un taller celebrado en julio para evaluar la gobernanza oceánica del país y explorar vías de avance. El taller puso de manifiesto la preocupación por las deficiencias en la aplicación de la ley, las presiones de las industrias extractivas y la exclusión de partes interesadas clave. Pero también destacó los poderosos esfuerzos locales para recuperar la gestión del mar.
La reunión se celebró bajo la regla de Chatham House, que prohíbe a los asistentes revelar la identidad o afiliación de los demás. Por lo tanto, Dialogue Earth no identifica a los ponentes individuales en este artículo.
Triple crisis oceánica
Los ecosistemas marinos de Chile se enfrentan a presiones crecientes en tres frentes interrelacionados: el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación.
Los efectos del calentamiento global en el océano, como el aumento de las temperaturas, la acidificación y la migración de especies, están alterando los ecosistemas de formas impredecibles. “La ciencia es nuestra prueba”, afirmó uno de los expertos del taller. Se pidió una mayor aportación científica en la elaboración de políticas marinas.
Al mismo tiempo, las prácticas de pesca industrial, como la pesca de arrastre de fondo, siguen destruyendo hábitats vitales como los bosques de algas marinas. Y la sobreexplotación de las algas marinas amenaza la base de la cadena alimentaria marina. La contaminación por plásticos, la escorrentía de nutrientes y los efectos de la acuicultura del salmón —incluido el uso masivo de antibióticos y el vertido de residuos— han creado zonas muertas y degradado las aguas costeras en muchos lugares a lo largo de la extensa costa chilena.
A pesar de la extensa red de AMP del país, estas amenazas persisten, en parte porque las protecciones a menudo sólo existen en teoría. Los participantes destacaron la falta de planes de gestión, la insuficiencia de la supervisión y la limitada inclusión de las comunidades locales o indígenas en varias zonas supuestamente protegidas. Otra cuestión que se planteó fue la dificultad de identificar a los beneficiarios finales de las empresas involucradas en la pesca ilegal o la contaminación, una laguna crítica en la gobernanza oceánica chilena.
Otros participantes señalaron que, a pesar de la elevada cifra global del 40% de los océanos de Chile que se encuentran bajo protección, existen importantes lagunas en la red. En el centro de Chile, por ejemplo, solo una pequeña parte de las aguas costeras está protegida, a pesar de su alto valor ecológico y humano.
Conservación de base: refugios marinos y más allá
Teniendo en cuenta estos retos, el taller presentó iniciativas locales que ofrecen una visión más esperanzadora de la gestión marina.
Uno de estos modelos es el refugio marino. En estas zonas gestionadas por la comunidad, no se permite ningún tipo de extracción. En la Región de Valparaíso, las comunidades pesqueras artesanales han establecido cinco refugios de este tipo en colaboración con la Fundación Capital Azul. Estas zonas, que incluyen Maitencillo y Cachagua, son supervisadas tanto por científicos como por pescadores, estos últimos se encargan de hacer cumplir las normas y de educar a las generaciones más jóvenes. Con el tiempo, especies como el abulón (conocido localmente como «locos») y los erizos de mar han regresado, al tiempo que se ha profundizado la cohesión de la comunidad.
“Al principio hubo resistencia, la gente temía perder el acceso a especies clave”, relató un pescador durante una visita de campo a Maitencillo. “Pero hemos llegado a comprender que proteger una parte del océano garantiza su abundancia para todos en el futuro”.
Otras iniciativas de la sociedad civil incluyen el uso de la ciencia ciudadana para supervisar y regular la recolección de algas marinas, que son esenciales para la biodiversidad y el almacenamiento de carbono. Una de las presentaciones del taller detalló un proyecto de cartografía de algas marinas y defensa de la protección del hábitat en el que participan grupos locales del norte de Chile.
El taller también abordó las herramientas de transparencia que están ayudando a supervisar las industrias marinas. Por ejemplo, organizaciones como Global Fishing Watch están utilizando imágenes satelitales e inteligencia artificial para rastrear buques pesqueros, detectar actividades ilegales y reforzar la aplicación de la ley. Como dijo uno de los participantes en el taller, «no se puede gestionar lo que no se ve».
El poder de la educación y la imaginación
Más allá de las herramientas tecnológicas y legales, muchos participantes destacaron la necesidad de una transformación cultural. Organizaciones chilenas como Aula de Mar y Oceanósfera son pioneras en iniciativas de educación oceánica, desde programas escolares con temática oceánica hasta grupos de natación en aguas abiertas y talleres prácticos de identificación de algas.
“La conservación no se limita a la biodiversidad”, afirmó uno de los participantes. “Se trata de las emociones, los recuerdos y las historias que compartimos con el mar”.
El equipo de Oceanósfera en una feria de ciencias en Valdivia, en el sur de Chile, en 2023. La fundación ha desarrollado más de 20 recursos educativos marinos como libros, juegos y afiches (Imagen: Pablo Lloncón)
Estos programas tienen como objetivo cultivar una conexión “biocultural” con el medio marino, animando a las personas a ver a las ballenas, los peces y los crustáceos no solo como recursos, sino como seres con los que compartimos un territorio. Algunos participantes hablaron de una “imaginación oceánica” que amplía el marco ético de la gobernanza para incluir el cuidado entre especies y los futuros colectivos.
Gobernanza indígena de los océanos
Un tema recurrente a lo largo del taller fue la exclusión de los pueblos indígenas de la toma de decisiones sobre el mar. Esto ocurre a pesar de que Chile ha ratificado acuerdos internacionales como el Convenio 169 de la OIT, que supuestamente garantiza el derecho de los pueblos indígenas a la autodeterminación.
“Existe racismo estructural en las políticas costeras”, afirmó un participante del taller. “La inclusión no es un favor. Es un derecho”.
Las comunidades y redes de todo Chile luchan por recuperar los espacios marinos ancestrales y los sistemas de conocimiento, pero se puede hacer más. Los participantes en el taller coincidieron, por ejemplo, en que las Áreas Marinas Costeras de Pueblos Indígenas (ECMPO), consagradas en la legislación chilena para permitir la cogobernanza marina indígena, siguen siendo ignoradas y carecen de recursos suficientes.
Cita destacada: “Existe racismo estructural en las políticas costeras. La inclusión no es un favor. Es un derecho”.
Para muchas comunidades, la gobernanza marina no es simplemente un marco burocrático que debe cumplirse. Se trata de vivir con y dentro del océano. El consenso general en el taller fue que comprender esto requiere un cambio de los modelos verticales hacia estructuras de cogestión que se centren en las voces y los estilos de vida indígenas.
El papel global de Chile y sus contradicciones
El taller también profundizó en el potencial liderazgo de Chile en la gobernanza internacional de los océanos, en particular a través del tratado sobre la biodiversidad más allá de las jurisdicciones nacionales (BBNJ, por sus siglas en inglés). Adoptado tras dos décadas de negociaciones, el tratado tiene por objeto proteger la biodiversidad en alta mar y promover la equidad en el uso de los recursos marinos.
Chile ha desempeñado un papel activo en estas conversaciones y ha expresado su interés en acoger la secretaría del BBNJ en Valparaíso, una medida que los participantes consideraron tanto simbólica como estratégica.
“Si el Sur Global va a ser parte de la solución, debe liderarla”, señaló uno de los ponentes. Acoger el tratado podría ayudar a acercar el centro de la diplomacia marina a la realidad de países de primera línea como Chile.
Sin embargo, los participantes también señalaron las tensiones entre las aspiraciones internacionales de Chile y la realidad interna. Destacaron ejemplos de la brecha entre la retórica y la implementación: la expansión continua de las granjas de salmón en zonas costeras sensibles, la débil aplicación de los derechos indígenas y los limitados avances en la conservación local.
Avanzando
Al concluir el taller, se llegó a un consenso: una gobernanza oceánica significativa en Chile requiere algo más que declaraciones. Necesita procesos inclusivos, transparentes e impulsados por la comunidad que respeten tanto los ecosistemas como a las personas que dependen de ellos.
Entre las prioridades clave citadas por los participantes se encuentran el fortalecimiento de la implementación de las AMP con una participación genuina de la comunidad y los pueblos indígenas, y el apoyo a modelos de base como los refugios marinos y las ECMPO. Además, ampliar el conocimiento sobre los océanos a través de la educación, el arte y la participación pública, y garantizar la trazabilidad total y la responsabilidad corporativa de la pesca y la acuicultura.
Lo más importante es que los participantes pidieron un cambio cultural más profundo: pasar a considerar el océano no sólo como un espacio que hay que regular, sino como un ser vivo con el que todos estamos entrelazados y del que debemos cuidar.
Como reflexionó una persona durante los momentos finales del taller: “Debemos hablar del océano, sin olvidar las costas y las comunidades que viven allí”.